jueves, 8 de abril de 2010

Ejemplos sobre lengua culta, estándar y popular

Lengua culta
Resulta pavoroso y hasta mosqueado lo sigiloso con que el Poder Ejecutivo pretende regir un tema de tanta importancia como el anteproyecto del código de consumo. Se ha difundido que este documento sería aprobado en esta hebdómada -probablemente hoy- por el Consejo de Minsitros, a espaldas de los duchos y la ciudadanía. Esto cobra visos de follón, cuando se sabe que uno de los asuntos más polémicos, como el de los alimentos transgénicos, se aborda vulnerando el derecho a la información de los consumidores y desflorando las normas vigentes sobre etiquetado.
Fuente: Diario El Comercio.

Lengua estándar
Resulta preocupante y hasta sospechoso el secretismo con que el Poder Ejecutivo pretende manejar un tema de tanta relevancia como el anteproyecto del código de consumo. Se ha sabido que dicho documento sería aprobado esta semana -quizá hoy- por el Consejo de Ministros, a espaldas de los expertos y la ciudadanía. Parece que esto sería un escándalo de gran envergadura, cuando se conoce que uno de los asuntos más polémicos, como el de los alimentos transgénicos, se toca incumpliendo el derecho a la información de los consumidores y violando las normas actuales sobre etiquetado.

Lengua popular
Es bien fregado y rarísimo lo caleta con que el Poder Ejecutivo quiere manejar una vaina tan fuerte como el anteproyecto del código de consumo. Se supo recién que este papel sería chequeado estos días, u hoy, por los ministros, a espaldas de los sabihondos y toda la gente. Esto sería un chongazo bien grande, cuando se sabe que uno de los líos más raros, como el de la comida transgénica, se hace tramposeando el derecho a saber de la gente que consume y calateando las reglas sobre el etiquetado.

Por Daniel Guerrero Barragán


Lengua culta
Las nupcias se celebraban con greguería y júbilo. Una soberbia casa solariega acogía a los convidados, asombrándolos con una espléndida y sublime ornamentación. El amplio pensil se hallaba invadido por fastuosas mesas, desde las que se apreciaba a los embelesados esposos, bebiendo y brindando con whisky de etiqueta negra. Los sirvientes llegaban de las cocinas con platos ostentosos y abundantes: sopas exquisitas, postres bellísimos, y vinos añejos, un delicioso banquete que prometía más que saciar el hambre, deleitar al paladar.

Lengua estándar:
La boda se celebraba con bullicio y alegría. Una antigua y hermosa casa recibía a los invitados, admirándolos con una maravillosa decoración. El gran jardín estaba lleno de elegantes mesas desde las que se veía a los felices esposos tomando un costoso whisky. Los mozos llegaban de las cocinas con enormes y apetitosos platos: sopas deliciosas, postres y vinos: una rica comida que calmaría el hambre y contentaría el gusto.

Lengua popular:
El matrisuicidio estaba lleno de vivas y hurras. Una bonita jato con muchos adornos recibía a los gorreros y colados. Las mesas estaban en el jardín y se veía a la chochísima pareja chupando un whisky caro. Los que servían la comida daban unos platazos que se veían muy ricos: había sopa caliente, dulces y vino: una tremenda comilona que iba a llenarnos la panza y haría chuparnos los dedos.

Por Astrid Yarlequé Jaime

martes, 2 de marzo de 2010

La importancia de la coherencia en la comunicación

Si el texto escrito es la expresión ordenada del pensamiento, la coherencia es el principio ordenador que lo rige. Hablar de coherencia textual es prácticamente igual a hablar de pensamiento organizado, pues por lo general aquella es garante de este último. Son muy pocos los casos en que una persona con esquemas mentales claros no presenta facilidad de palabra (tanto oral como escrita), indistintamente del campo en que se desarrolle su potencial intelectual. Y aún más escasas son las situaciones en que alguien de pensamiento inmaduro logra un nivel aceptable de articulación al momento de producir textos.

La coherencia es, entonces, una característica necesaria para cualquier profesional, pues demuestra el grado de aprehensión general o de un tema determinado. Pero es para un comunicador que se vuelve un instrumento indispensable. Nuestra profesión exige la objetivación de una realidad a un grado mayor, pues no sólo se trata de entender de qué se trata y utilizar los datos para la aplicación práctica o teórica; sino que debemos tener nuestros esquemas mentales tan afinados como para estar en la capacidad de transmitir ese conocimiento a otras personas.

Y esto no se remite sólo a los destinados a la prensa escrita. El lenguaje es el medio del pensamiento, y si no podemos hacernos entender a través de la más convencional y completa de sus formas (la escritura); menos podremos hacer cosas tales como transmitir todo un concepto en un comercial de treinta segundos, o contar una historia de manera convincente, creativa y económica en un cortometraje.

La enumeración con la que he concluido el párrafo anterior no ha sido azarosa. A mi parecer, ese debería ser el orden de importancia a tener en cuenta a la hora de estructurar información: lo más importante es que sea convincente, y lo que es convincente es claro, y si es claro es porque es coherente. Desafortunadamente, los medios de comunicación, que deberían ser nuestro ejemplo a seguir, se han convertido en un escaparate de lo incorrecto, al invertir este pequeño código e interponer el ahorro (de espacio o de trabajo al elaborar los textos) a la tan necesaria coherencia.

Ni lo simple ni lo fácil son sinónimos de lo bueno, pero si existe algo de facilidad en la comunicación, no está de nuestra parte, sino de la de nuestro público. Los textos que producimos (en el soporte que sea) no deben ser fáciles de hacer, sino de entender, y la coherencia es nuestra más esencial herramienta en cualquiera que sea el campo que nos espera.